Pese a que la mayor parte de Petra fue construida por los nabateos, la zona estuvo habitada muchos años antes por la civilización de los edomitas. Aunque no construyeron demasiado en este territorio, destacaron por el descubrimiento y el uso de la cerámica, una tradición que transmitieron a la civilización posterior, la de los nabateos.
Los nabateos eran un pueblo árabe nómada dedicado al comercio en su mayor parte, que se asentó en la zona de Petra a finales del siglo VI a.C por las características de la región: a diferencia de otras zonas de Jordania, Petra disponía de abundante agua. Además, su localización bastante escondida entre montañas permitió a los nabateos asentarse en este lugar y convertirlo en una ciudad con carácter defensivo.
Petra se convirtió posteriormente en un gran enclave para las rutas comerciales que conectaban China con Roma, la ruta de la seda y las especias. Debido a la gran cantidad de agua de la que disponían y la protección que ofrecía su localización, era la zona ideal para descansar del largo viaje. A cambio de su hospitalidad los nabateos cobraban algo parecido a un impuesto, lo que les permitió desarrollarse económicamente.
Los nabateos prosperaron y convirtieron Petra en una ciudad ejemplar. En un primer lugar, excavaron habitaciones con fachadas lisas en las rocas, imitación de las famosas tumbas sirias. Al estar en continuo contacto con otras civilizaciones, se inspiraron en sus estilos, como el egipcio; pero manteniendo en sus casas el estilo árabe.
Posteriormente, los romanos tomaron el control de la ciudad de Petra y desviaron las rutas comerciales, por lo que los nabateos perdieron todo el poder y riqueza que habían conseguido. Los romanos construyeron y modificaron elementos de la ciudad, como la ampliación del teatro o la pavimentación de la calle de las columnas. Además, se han descubierto tres iglesias que parecen pertenecer a la época en la que se expandió el cristianismo por el Imperio Bizantino. Con los omeyas en el año 661 d.C. la ciudad se fue aislando del centro de poder, y varios terremotos provocaron que se abandonara completamente poco después. Así, permaneció oculta y deshabitada hasta su ‘redescubrimiento’ en 1812.
En 1812, el arqueólogo suizo Johann Ludwig Burckhardt consiguió acceder a la ciudad perdida de Petra, viajando en caravana junto a un guía y disfrazado de árabe. Sus conocimientos en el idioma le permitieron crearse una falsa identidad, llamándose así Ibrahim Ibn Abdallah. Fue el primer occidental y cristiano en contemplar las ruinas de Petra tras seiscientos años, que los propios jordanos se habían encargado de preservar con leyendas e historias sobre los peligros de la ruta. Cinco años después de su muerte, en 1822, se publicaron sus memorias en las que incluía su viaje por el desierto jordano y la visita prácticamente secreta a la ciudad de Petra.
Tras su publicación, muchos otros europeos quisieron descubrir la misteriosa ciudad de Petra. Así llegaron a Europa dibujos y grabados, que hicieron que poco a poco se volviera más relevante.
En la actualidad, la ciudad de Petra es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde 1985 y una de las Siete Maravillas del Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario